aún llegando...
Y pensar que no me acordaba de lo mucho que cuesta cortar una cebolla sin llenarse los ojos de lágrimas, o pelar patatas recién hervidas sin quemarse los dedos de las manos. Había olvidado lo mala que es la programación en la televisión de este país pese a que estrenan canales a la que uno se va unos meses de viaje, y lo mucho que me gustaba escuchar en la Ser a Gabilondo sustituido ahora por un tal Franzino a primera hora de la mañana.
Los periódicos en India son páginas publicitarias con pequeños recortes informativos. No recordaba lo bien que sienta el café con leche por la mañana mientras paso las hojas de El País sin detenerme demasiado en cada página para no arruinar al café, ni a la leche, ni a la mañana. O las atenciones de Ximo y Alberto para servir desayunos pese a las prisas y diligencias que les exigen los clientes que llegan tarde al trabajo. Lo bien que sienta que suene el teléfono y alguien te invite a un concierto, el mensajito en el móvil, la conversación intensa con la amiga a la que has echado tanto de menos o la visita inesperada del amigo que pasaba por aquí y trae un vino para celebrar que hoy es jueves y de paso arreglar el mundo un ratito. El sonido del silencio, la música de Coltrane, los semáforos, el ceda al paso, mis 54 peldaños y la dificultad de subir yo sola la bici a casa. Mi ducha y no bañera, el inodoro y no letrina, la ropa de invierno, el frío y el viento, las manos limpias, la cara seca, la cerveza helada, el pan, el queso, el vino, y el pan con queso y tomate, el vino con queso de cabra, o el “Al Pan, Vino” del barrio en el que vivo. Y tantos metros cuadrados en la estación, en el metro o en la calle para mi sola… Me quedan grandes las aceras, las cafeterías, los puestos del mercado, el asiento en el autobús y los vaqueros que usaba antes de irme.
Ya no me acordaba de lo mucho que me gusta estar en casa, mantenerla limpia y ordenada, pese a la pereza de la escoba y del armario, y recoger el tabaco que cae sobre la alfombra cuando me lío el último cigarrito antes de irme a la cama. Y acostarse en una cama en la que no caes preso de tu propio peso, con sábanas limpias y una blanda almohada con funda del color de las sábanas. Y dormir del tirón sin que el soniquete del ventilador o los pitidos de los ricksaws y demás vehículos motorizados te despierten cien veces.
Me está costando llamar a los míos y contaros que ya he llegado. O sentarme a escribir lo que me pasa por la cabeza como lo vine haciendo desde la India. Quizá porque aún no llegué del todo, o porque necesito ordenar ideas, fotos y calendarios. Lejos de desmerecer los reencuentros que tuve en Calcuta, salpicados de ternuras cercanas y pocos meses de conocidas nostalgias, o los reencuentros que compartimos entre desconocidos descalzos de monotonías y antojos en los comentarios de este mismo blog, hoy pretendo entregarme a los reencuentros que el rumor de la llegada deposita en mi vocación de añoranza cobijada en la mochila de mis sentimientos. Poquito a poco… llegando…
Los periódicos en India son páginas publicitarias con pequeños recortes informativos. No recordaba lo bien que sienta el café con leche por la mañana mientras paso las hojas de El País sin detenerme demasiado en cada página para no arruinar al café, ni a la leche, ni a la mañana. O las atenciones de Ximo y Alberto para servir desayunos pese a las prisas y diligencias que les exigen los clientes que llegan tarde al trabajo. Lo bien que sienta que suene el teléfono y alguien te invite a un concierto, el mensajito en el móvil, la conversación intensa con la amiga a la que has echado tanto de menos o la visita inesperada del amigo que pasaba por aquí y trae un vino para celebrar que hoy es jueves y de paso arreglar el mundo un ratito. El sonido del silencio, la música de Coltrane, los semáforos, el ceda al paso, mis 54 peldaños y la dificultad de subir yo sola la bici a casa. Mi ducha y no bañera, el inodoro y no letrina, la ropa de invierno, el frío y el viento, las manos limpias, la cara seca, la cerveza helada, el pan, el queso, el vino, y el pan con queso y tomate, el vino con queso de cabra, o el “Al Pan, Vino” del barrio en el que vivo. Y tantos metros cuadrados en la estación, en el metro o en la calle para mi sola… Me quedan grandes las aceras, las cafeterías, los puestos del mercado, el asiento en el autobús y los vaqueros que usaba antes de irme.
Ya no me acordaba de lo mucho que me gusta estar en casa, mantenerla limpia y ordenada, pese a la pereza de la escoba y del armario, y recoger el tabaco que cae sobre la alfombra cuando me lío el último cigarrito antes de irme a la cama. Y acostarse en una cama en la que no caes preso de tu propio peso, con sábanas limpias y una blanda almohada con funda del color de las sábanas. Y dormir del tirón sin que el soniquete del ventilador o los pitidos de los ricksaws y demás vehículos motorizados te despierten cien veces.
Me está costando llamar a los míos y contaros que ya he llegado. O sentarme a escribir lo que me pasa por la cabeza como lo vine haciendo desde la India. Quizá porque aún no llegué del todo, o porque necesito ordenar ideas, fotos y calendarios. Lejos de desmerecer los reencuentros que tuve en Calcuta, salpicados de ternuras cercanas y pocos meses de conocidas nostalgias, o los reencuentros que compartimos entre desconocidos descalzos de monotonías y antojos en los comentarios de este mismo blog, hoy pretendo entregarme a los reencuentros que el rumor de la llegada deposita en mi vocación de añoranza cobijada en la mochila de mis sentimientos. Poquito a poco… llegando…
10 Comments:
Esa metáfora es muy gráfica. La mochila de tus sentimientos debe estar a tope. Y dedicarte a ordenarlos lleva, más que tiempo, tiem-po -con más pausa-. Besos.
Nunca mejor el título "desprendimiento de rutina".
Disfrute de su vuelta, señorita, casa hay una sola.
Saludos!!
Es verdad que no todos los cambios han sido muy pallá. A mí tamién me gustaba más Iñaki, y no es que Franzino lo haga mal, y tiene un punto de humor guapo, pero no es Gabilondo. Olvídese de la tele que creo que es peor que la que dejó atrás.
Escucho a Jorge Drexler y le escribo para darle otra bienvenida. Lo haré a medida que sus cachos vayan llegando. A que sí, a que es guapo estar entre tus cosas, y liarte un cigarrito antes de ir a soñar con todo lo que aún no vimos. Besos madrileños, i visca el Barça.
este regreso se esta haciendo un poco extraño no? todo se mezcla entre la nostalgia el saber si uno estaba mejor alla o aca, en ver que uno cambio años luz y los otros no, o al reves, en ver q la ciudad te olvido y uno a ello no, o al reves, en pelar cebollas o preparar couscous, o no...
los regresos son dificiles pero no imposibles, desde aca la mayor de las fuerzas.
Cariños!
"Poquito a poco... llegando..."
No te atragantes de ti misma, de tus cosas, de tu sitio. Respira. Da gusto verte llegar. Brindaría contigo cualquier mañana con café con leche, aunque esté prohibido.
Termina de llegar despacio. Disfrútate.
Un abrazo
se me hace extranyo saber de ti, tan a trozos, tan a dias sueltos..
si..
tomate tu tiempo, deja q los recuerdos se coloquen solos, alla donde vayan cayendo.
si..
ese debe ser otro viaje..
si..
pero echate un vinito por los tiempos q nos tiramos aqui.
un abrazo, de los largos, desde donde aun suenan los ventiladores.
se te anyora
Recién llegando... lo bueno es que llegas con toda la paz a este caos mercantil, llegas con el espiritu que cultivaste en India, aunque ese espiritu creo que ya había sido señalado anteriormente para realizar tan preciosa aventura.
Un abrazo y fuerzas!
Esta a tope, es cierto, y quiero seguir llenándola cada día... gracias por los recibimientos... ya me voy sintiendo mejor...
HAS PINTADO UN BUEN RELATO SOBRE UN VIAJE DE IDA Y VUELTA .
CREO QUE UNO CAMBIA EL MEJOR PALACIO POR SU HOGAR .
SONIA
QUE LA NOSTALGIA NO TE GANE , COMO A MI .
QUE TENGAS UN BUEN DÍA
ADAL
para subir los escalones con la bici a cuestas...
http://www.valenciaenbici.net/masacritica.htm
un saludo!
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