como esperando abril
Esta noche se escucha música española que sale de la habitación de Miriam... El silencio, la guitarra de Jordi y la música que sale de la habitación de la Miriam... Y los pitidos de los “security” de la fundación. Pasan toda la noche marcando las horas mediante golpecitos en las farolas del campus. Y pitan para comunicarse entre ellos y no quedar dormidos.
Miriam es otra voluntaria venida de Madrid... está colaborando en la construcción de una laguna con plantitas autóctonas cuyas raices depuran el agua del hospital de sida y la transforman en agua limpia para regar... Vicente está entusiasmado con este proyecto. También están Jaume, Lidia y Angel que han construido una cocina solar. Hoy, día de fin de año en India, la hemos inaugurado hirviendo agua para hacer un té. Y mañana nos han prometido un arroz. Y todo gracias a este maravilloso sol que a veces nos mata... 43 grados hoy... las noches no son mucho más frescas, pero es bastante soportable. Después de cenar cada uno se va a su habitación, al porche, dentro es difícil estar... y es entonces cuando nos empezamos a juntar... y acabamos “resolviendo” el mundo, o tocando la guitarra, o compartiendo nuestras experiencias con los visitantes que vienen y van... las visitas son muchas pero no suelen durar más de 3 días... desde aquí viajamos poco, es el mundo el que viene a nosotros, y escaparse a la ciudad ya es toda una aventura.
A veces siento que me juego la vida con cada excursión al super, o a la obra... coges un ricksaw comunitario, como una pequeña moto con sidecar incorporado, y en él podemos viajar hasta 15 personas, a veces más. A las turistas nos dejan un lugar sentado, pero ellos van agarrados de cualquier barra, o subidos al techo de lona. Desde dentro de perciben el peso de los cuerpos en la lona dilatada sobre nuestras cabezas. Y no hay normas de circulación. Quien pita más fuerte pasa, el que avisa tarde o mal pasa... el que no pita también pasa... las calles estuvieron asfaltadas algún día, pero ya no queda mucho de tanta prosperidad. Hay un cartel en el camino que va de Bathalapally a Kanekal que dice: “la cultura de un país se mide por sus carreteras” Es una manifestación de orgullo, la carretera a Kanekal está recien terminada, pueden presumir...
A la obra vamos en jeep, el jeep del departamento. Chandra, el conductor, es de los mejores de la fundación. Pita con moderación y casi no hace adelantamientos temerarios. Aunque a veces, encontrarse una vaca en medio de la carretera, al mismo tiempo que se cruza el carro tirado por búfalos, los niños que juegan al criquet, el camión rebosante de balas de paja, la gallina, la cabra, la señora descalza portando kilos de arroz sobre su cabeza, y el motorista transportista de huevos... es una locura. Por eso tienen tantos dioses. O porque tienen tantos dioses, en ese impasse en el que uno contiene el aire y se mantiene bien rígido por lo que pueda pasar, acaba no pasando nada. Y la vaca vuelve a su manada, el carro cruza, el niño alcanza la pelota, el camión sigue su curso sin perder ni una espiga, y los huevos siguen llegando enteros a la fundación... y uno vuelve a respirar... la vida es un regalo...
Esto es un circo y nosotros somos como el trapecista en el columpio. Desde ahí arriba lo observamos todo pero no nos acabamos de despeinar. Corremos el riesgo de caer a la pista pero en el fondo sabemos que si nos agarramos fuerte nada nos puede pasar, y en unos meses volveremos a nuestros paises, a nuestro sin fin de comodidades, y recordaremos Anantapur como la experiencia más bonita de nuestra vida. O tal vez no...